Tras la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo y tras haber comprendido los países Europeos y Asiáticos la relevancia del descubrimiento, Portugal y la corona de Castilla se dividieron el mundo en dos áreas de influencia a través de El Tratado de Tordesillas, firmado en 1494. A partir de entonces se inició una etapa de expansión colonial europea.
Las coronas de Castilla y Portugal decidieron llevar a cabo este tratado con el fin de evitar conflictos durante sus expediciones y colonizaciones, de lo que no se era consciente es que Castilla se beneficiaría de este acuerdo en varios aspectos. En primer lugar adquirió vastos territorios en América, zonas que serían el motor clave para la adquisición de su poder y riqueza en los siglos siguientes, consolidando la hegemonía de Castilla. En segundo lugar, tras la unión de los Reyes Católicos, la posterior dinastía de los Habsburgo, consolidó el modelo monárquico centralizado además de una economía global, gracias a las extracciones del Nuevo Mundo.
La competencia geopolítica que se inició entonces fue una antesala de la actualidad, donde las grandes potencias siguen luchando por la influencia económica y territorial. Las grandes potencias como los Estados Unidos, China, Rusia o Alemania disputan, al igual que en el siglo XV, por los intereses económicos y estratégicos los cuales siguen jugando un papel fundamental en la política internacional.
El tratado de Tordesillas marcó el nacimiento de un nuevo orden mundial, donde las pequeñas economías locales se convirtieron en una gran economía mundial interconectada que perdura hasta el siglo XXI. Las decisiones políticas tomadas hace seis siglos siguen influyendo en las relaciones comerciales y de poder entre naciones. A través de la historia de la expansión, comprendemos mejor las dinámicas que modelan el mundo contemporáneo.
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