Un giro radical en la lucha contra la desigualdad global
La pobreza, uno de los desafíos más antiguos y persistentes de la humanidad, ha sido objeto de innumerables estudios y debates. En Repensar la Pobreza, Abhijit Banerjee y Esther Duflo presentan un enfoque diferente, respaldado por experimentos de campo, para comprender este fenómeno.
Dicho libro, galardonado con el Premio Nobel de Economía 2019, pone de manifiesto cómo después de décadas de esfuerzos, miles de millones de dólares, miles de trabajadores humanitarios y cientos de programas contra la pobreza, 1.100 millones de personas sobreviven con el equivalente de menos de un dólar al día.
El libro consta de dos partes con diez capítulos en total. En la primera parte, titulada “Vidas privadas”, se abunda en los aspectos básicos de la vida privada de los pobres: qué compran, qué comen, cómo van los niños a la escuela, cuántos hijos tienen. En la segunda parte, “Instituciones”, a partir del sexto capítulo nos habla de cómo funcionan las instituciones económicas y políticas en los países más desfavorecidos y cómo afectan a los pobres: ¿pueden pedir préstamos, ahorrar y asegurarse frente a los riesgos que afrontan? ¿Qué hacen los gobiernos cuando fallan?
Hay muchas cuestiones, muchas respuestas y sobre todo una solución infalible: Hay que seguir intentándolo incluso cuando el reto parece abrumador, porque el éxito no siempre está tan lejos como parece.
¿Por qué algunas veces los pobres renuncian a métodos económicos y efectivos -a la forma fácil y barata de mejorar decisivamente su salud- mientras se gastan mucho dinero (relativamente hablando) en cosas que apenas funcionan y que pueden llegar a perjudicarles más?
Tras el análisis que ambos autores realizan, llegan a la conclusión de que el alto absentismo de los trabajadores de la salud y la educación, la falta de “fe” en la medicina, la poca formación académica, los prejuicios sociales y el factor psicológico del placer momentáneo en lugar de un logro personal que, mejorando todo el conjunto, asegure un beneficio futuro, contribuyen a que estén sumergidos de por vida en su situación económica.
Lo que llama la atención es que estas personas, son como nosotros en casi todo. Tenemos los mismos deseos y debilidades, los pobres no son menos racionales que nadie; sin embargo la diferencia radica en que para ellos sacar el máximo provecho de su capacidad y asegurarse un gran futuro, o al menos uno exento de ataduras económicas, exige muchas más habilidades, voluntad y compromiso.
Las pequeñas barreras en las que nosotros ni pensamos, porque ya se están resueltas, como las calles limpias, seguridad, acceso a infraestructuras públicas, una infancia tranquila y sana, para otra gran parte del mundo parecen muros insalvables.
Repensar la pobreza, revela que la pobreza no es simplemente una cuestión de carencia material, sino un puzle entramado de decisiones, estructuras y obstáculos psicológicos. La persistencia en el fracaso, la falta de acceso a servicios básicos y la escasa confianza en las instituciones perpetúan en un ciclo que parece imparable, pero su mensaje es claro: la solución no radica en acciones simplistas, sino en un conjunto de enfoques integrales y sostenidos que reconozcan las pequeñas, pero profundas, transformaciones necesarias.
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