Bangladesh, un país que alguna vez fue conocido por su lucha contra la pobreza, se ha convertido en un ejemplo de transformación económica en Asia y su industria textil ha sido el detonante.
Antes de su independencia en 1971 de Pakistán , Bangladesh era una economía rural basada principalmente en la agricultura. En 1980, gracias a las políticas de exportaciones y a la llegada de inversores extranjeros, la industria textil comenzó a desarrollarse, con un sector que representa más del 80% de sus exportaciones totales, convirtiéndose en el segundo mayor exportador de prendas de vestir del mundo, por detrás de China. La llegada de multinacionales del sector textil impulsó la creación de fábricas a gran escala, conocidas como Ready-Made Garments (RMG), que rápidamente se convirtieron en el motor económico del país.
Las claves de este éxito textil son varias.
Otra de las claves son los acuerdos comerciales, como el Sistema Generalizado de Preferencias (GSP) facilitaron la entrada de productos textiles de Bangladesh a mercados clave como la Unión Europea y Estados Unidos. Además, Bangladesh es miembro de acuerdos comerciales regionales, como el Acuerdo de Bangkok y el Acuerdo de Comercio Preferencial de la SAARC (SAPTA), que buscan fortalecer la cooperación económica y el comercio entre los países miembros.
Por último la mano de obra asequible y abundante. Con salarios significativamente más bajos que en otros países competidores, Bangladesh atrajo grandes marcas internacionales como Primark.
El sector textil ha transformado profundamente la economía y la sociedad de Bangladesh. En términos económicos, genera más de $40,000 millones anuales, representando el 85% de las exportaciones totales del país.Además, emplea a más de 4 millones de personas, de las cuales un 80% son mujeres. Este cambio ha redefinido el papel de las mujeres en la economía, dándoles mayor autonomía y acceso a ingresos que antes eran inalcanzables. Sin embargo, este progreso también ha traído consigo problemas relacionados con las condiciones laborales y los bajos salarios.
El colapso de Rana Plaza en 2013, que cobró la vida de más de 1.100 trabajadores, expuso las deficiencias en la seguridad de las fábricas. Esto impulsó reformas, pero los problemas siguen presentes. Todos somos conscientes de la explotación y malas condiciones que este país proporciona a sus trabajadores. Esta conducta se está extendiendo para bajar costes de producción y están empezando a entrar competidores como Vietnam y Etiopía.
Otro de los problemas a los que se enfrenta Bangladesh es a la contaminación, ya que la industria textil es altamente contaminante debido al consumo de agua que genera químicos en los ríos y las localidades.
Como solución a esto, empresas locales están invirtiendo en tecnologías que reducen el consumo de agua y energía, con fábricas reconocidas por su eficiencia ambiental. Además, aunque todavía hay un largo camino por recorrer, los salarios mínimos han aumentado, y la supervisión internacional ha incentivado mejores condiciones de seguridad.
Bangladesh ha demostrado cómo un sector estratégico puede transformar una economía. La industria textil no solo ha impulsado el crecimiento económico, sino que también ha cambiado las dinámicas sociales, ofreciendo oportunidades a millones de personas. Sin embargo, su éxito futuro dependerá de encontrar un equilibrio entre crecimiento, sostenibilidad y calidad social. Si logra superar estos desafíos, Bangladesh no sólo consolida su posición en el mercado global, sino que también se convertirá en un modelo de desarrollo inclusivo.
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